lunes, 14 de octubre de 2013

Sueños (II). Las Cobras

Años más tarde, vivimos pared con pared en uno de esos bungalows propios de las afueras de la ciudad...

En la parte trasera tienen esos jardincitos, de 10x10 aproximadamente, donde se pueden colocar mesas para las comidas al sol o instalar una pequeña piscina. Ahí estoy yo en ese momento, pero no soy el de antes, ahora soy una cobra, una cobra roja de metro ochenta exactamente y quiero salir de esa casa, no sé lo que hago ahí. Al mirar por encima del murete que separa nuestros jardines observo a otra cobra exactamente igual que yo pero de color azul. No le digo nada porque yo no sé hablar con las cobras. Sin embargo, cuando pretendo salir de la casa todas las puertas están cerradas y una niña de unos once años, rubia y con coletitas, me dice que he de esperar a que vuelva su padre. Su padre nunca llega y por el camino descubro, por lo que me cuenta la niña, que su vecino es un prestigioso biólogo que ha clonado dos cobras de gran tamaño y que se llama José Antonio.
Para rematar la faena aparece un Yuppie en el garaje, está sentado recuperando fuerzas en una silla junto a una de las columnas, dice que vuelve de pegarse un gran “festival”, que se quedará ahí hasta que se recupere y que harán un trato: él vendrá cada vez que necesite comer y dormir y ellos le servirán un plato o darán un sitio donde dormir.

La puerta del garaje se abre con un pitido intermitente.

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