martes, 10 de julio de 2012

Hay noches...


Hay noches en el Berlín Este realmente interesantes.

Por ejemplo, puedes empezar en Prenzlauer Allee a beber whisky-cola de mezcla generosa junto a unos Wolfsburger mientras esos locos lo dan todo con la sensación berlinesa Seeed.

Son las 8 de la tarde. Y sin hielo, por favor, que aquí no hace calor. Y, si preguntas, eso es cosa de mujeres.

Más tarde, dar ese todo en un concierto donde realmente no hubiesen estado de más esos hielos. Y donde nosotros no hubiésemos llegado si no fuese por un oportuno anuncio en Facebook prometiendo una buena sesión de swing / polka / punk de forma gratuita. ¿Qué hay más apropiado para relatar en un lugar como Éste?

Son Budzillus, de Berlín, quienes ponen el ritmo y los Wolfsburger y este berlinés de adopción quienes bailan desprovistos de parte de arriba en la primera fila a imitación de los músicos. Unas brasileñas, que luego nos explicarían en un comprensible "portuñol" que habían llegado haciendo autoestop desde Francia, se nos unen a la fiesta. También muestran sus torsos parcialmente descubiertos alegrando al personal a ritmo de pogo. Son de Río, nos cuentan tras intensa hora y media de conciertazo. Juntos recuperamos fuerzas en la puerta gracias a las cervezas del "Späti" (Spätkauf o local donde puedes comprar cerveza a cualquier hora del día en la ciudad de Berlín. Vamos, lo equivalente a los locales de "Alimentación" de los chinos en España pero con la cerveza como protagonista indiscutible).

Un francés, de Saint Etienne, me pregunta por ese "Späti" y terminamos hablando sobre la Copa de Europa en los setenta y los problemas mundiales. Si es que está todo relacionado.

Escucho castellano y me muero por practicarlo. Sí, a esos esos extremos estamos llegando. Y más aún si es con un grupo que viene de ver los dos conciertos de Pearl Jam en Berlín y, antes, el de Praha. ¡Son fregoneros! Trato de serles como local lo más útil posible. Mientras, observo una vez más que la cámara de fotos no está cuando tiene que estar e inmortalizar ese pedazo de tatuaje de Pearl Jam que lleva uno de ellos en el brazo. Pearl Jam son los Rolling que nos han dado los noventa y yo, les amo desde la experiencia que me dan dos pedazo de conciertos suyos.

Y las brasileiras trataron de enseñarme algo de samba, pero poquito se me ha quedado. Así que despedida con dos besitos, que también se echan de menos, de los Wolfsburger con un buen abrazo y con "Ricardo", un músico alemán enamorado de las Jam Sessions, que me voy para la Dorotheenstraße.

martes, 3 de julio de 2012

La Roja y el niño


Murcia, 11 de julio de 1994. Un calor histórico achicharra la imagen de un niño y su hermano mayor frente al televisor. Dos líneas recorren las mejillas del pequeño emborronando el rojo y el amarillo con los que 93 minutos antes se había embadurnado la cara a conciencia. No es sudor lo que marca esas líneas, es una expresión de incomprensión que le brota de los ojos. La pantalla muestra una figura dramática de cabeza afeitada que devuelve a la camiseta blanca que porta su color original. Para ello usa como pintura la sangre que brota incesantemente de su tabique nasal partido. Tassotti, ese nombre quedará grabado en la memoria del niño que no acierta a comprender, ni su hermanito le puede explicar, una imagen tan dramática. Así, no podía más que llorar tan sólo intuyendo los amargos sentimientos que expresaba aquel desconsolado dorsal número 21.

Berlín, 1 de julio de 2012. En esta ocasión una pantalla algo más grande muestra el minuto 87 de la gran final de la Eurocopa 2012 y la historia se ha hecho cargo de aquel calor. Las emborronadas líneas vuelven a dibujarse entre vítores en la lengua de Dante Alighieri y los italianos ganan por mayoría en este extraño bar de la capital alemana que intenta emular una playa. Otro niño, uno que muy probablemente también lloró junto al dorsal número 21, acaba de preferir asistir a un amigo, ofreciéndole la alegría de marcar en una gran final, antes que buscar su gloria personal. Al otro lado de la pantalla los azzurri, admirados, aplauden a pesar de que signifique el definitivo 4-0 en contra de su selección. En realidad lo que quieren es pasárselo bien. Junto a ellos, aquel niño no puede acompañarles. No puede cerrar la boca para disimular su admiración, todos los recuerdos vuelven. A lo largo de 18 años ha visto a las mágicas selecciones de Brasil, Francia o a la siempre fuerte Alemania, a la vez que aquella idea del drama español se había ido haciendo más fuerte en diferentes actos. Pero ahora esa que viste de rojo juega mejor que cualquiera de ellas... Sin codazos, sin sangre. Se frota los ojos, se pellizca la cara. Sí, es la suya. Es España. Las lágrimas vuelven empujadas por una palabra que crece dentro del pecho: orgullo. Concluyó el drama. Esto no fue una “Vendetta”, fue una venganza. Sin sangre pero con lágrimas. Pero esta vez eran la expresión del orgullo y, como tal, se mostraban a nuestros hermanos mediterráneos. Nunca una lágrima fue mejor bandera.

Gracias Roja, de parte de aquel niño.