jueves, 17 de enero de 2013

El Berlín Blanco (I)


Por las calles de Berlín conduce tranquilamente su melena blanca y a sus clientes el bueno de Siegbert.
Te voy a contar la relación entre Siegbert, España y mi compañero de piso, Sven.
Esa relación evidentemente soy yo, pero deja que te amplíe la situación.

                                           Foto: Taxi Berlinois, por _Tophee_

Martes, 18 de diciembre de 2012. 05:30h.
Mierda, ya puedo correr o perderé el avión. Cierro la maleta con un peligrosamente extraño y quebrado tono de cremallera, agarro el asa y salgo corriendo sobre la nieve derretida. Ahí está, justo en frente la única posibilidad de llegar a tiempo: un taxi.

Trato de pasar al asiento del copiloto (tengo el colegueo fluyendo por las venas). Está lleno de cosas, entre ellas un portátil. Paso al asiento trasero. Me hace una broma, no la entiendo y tampoco me importa. A partir de ese momento sólo hay dos imágenes importantes para el cerebro: los números que marcan la hora y el horizonte frente al taxi: tan inalcanzable... ¿Por qué hay tanto semáforo en rojo? ¿Por qué va este tío tan lento?

Bueno, en realidad hay otra cosa que también me preocupa: no tengo dinero. Así que también debo pensar acerca de la mejor forma de salir de la complicada situación en la que me estoy metiendo kilómetro a kilómetro. Por suerte, y a decir verdad, no es la primera vez que lo hago. Ya me ocurrió en España en circunstancias muy similares y, como en aquella, decido esperar hasta llegar a mi destino. Si estoy ahí dentro es precisamente porque estoy desesperadamente  necesitado por llegar.

Berlín - Madrid - Berlín
En Berlín Siegbert me cuenta que ha estudiado Periodismo (dulce distopía, "¿el destino se burla de mí?") pero que está contento con su ocupación actual porque le permite conocer a mucha gente interesante. Se ha adelantado a la pregunta refleja. Yo encuentro la combinación muy jugosa, de alguna forma se me antojan profesiones bastante similares.

En Madrid, atravesando el túnel bajo la Plaza de Castilla, escucho que hago muy bien yéndome, que España está muy mal. Realmente, en ambos casos me importa poco la cosa, qué le vamos a hacer, estoy pendiente de otras.

 El destino, al fin. Una vez arribados, Madrid primera parada, le pido al taxista que me pare frente a un cajero cercano para sacar dinero. Es mentira, no traigo la tarjeta. Me he dado cuenta a mitad de camino al tocarme disimuladamente el pantalón. No me queda más remedio que fingir breve y burdamente que saco dinero, volver hasta el taxi que encierra mi mochila y afrontar mi destino.

- No te puedo pagar. Y tengo mucha prisa por llegar a un examen al que llego extremadamente tarde.
Dame tu número de teléfono, te llamo al salir y te pago. Te doy mi palabra y de eso es de lo que vivimos los periodistas. Además, no vivimos lejos.

Ya tengo la mochila en la mano. Me mira escondiendo por obligación toda la simpatía que me ha mostrado durante el camino. Me pide el DNI.

¿Le miento?


Continúa la historia: El Berlín Blanco (II)

lunes, 7 de enero de 2013

Nacido para ser Max


Una vez siendo pequeños, fuimos Javier, Papá y yo a bañarnos a una de las playas de Calblanque.

Cuando volvíamos para Campo del Amor, me dio por narrar nuestra travesía a través del camino de tierra como si fuese un rally, como uno de aquellos de los que veía en el + deporte antes de volver al colegio por la tarde. Teníamos un coche delante al que poco a poco nos íbamos acercando. Los tiempos en los puntos de crono estaban cada vez más apretados, el nerviosismo del líder se acrecentaba conforme su perseguidor recortaba la ventaja con la que éste había partido. Finalmente el Papá Comandante, a lomos de un blanco Cinquecento Suite y animado por el apasionado comentario de su hijo de siete años asomando la cabeza entre los asientos delanteros, daba un volantazo y terminaba cruzando la línea de meta marcada por el asfalto delante del coche que aquel crío había convertido en su encarnizado rival. Mientras realizaba el arriesgado adelantamiento, el comandante hacía un rápido gesto al rival levantando su mano derecha, asomando la palma y señalando lo justo a su hijo.

"Cómo quieres que luche contra la pasión de un niño", venía a querer decir aquella rápida combinación de mirada y gestos.

Tras respirar y celebrar todos entusiastas nuestra victoria se me ocurrió preguntarle en la resaca de aquel éxtasis:

- Papá, ¿tú qué crees que seré de mayor?
Él me respondió:
- No sé, ¿periodista?

Un diez en filmaffinity



A Kajsa, a Javier, a José.

“Los comediantes preparan una atmósfera favorable, es la mitad de su éxito.” Juan El Escudero.


Hay momentos en los que te apetece ver una película, echas un vistazo a tu colección de “pendientes” y unas aleatorias condiciones de tu realidad del momento te llevan a decantarte por una o por otra.

Mis condiciones eran, en primer lugar, que un hábil comercial de rico cítrico murciano con estudios de Comunicación Audiovisual, y no menos rico e instruido gusto al respecto, me había grabado un DVD con El Séptimo Sello, Eva al Desnudo (no es lo que te piensas, guarrete), Fiebre del Sábado Noche, Magnolia y Metrópolis. Como vivo en Alemania y me quiero convertir en una persona ordenada empiezo por la primera.

No. Venga, seamos serios. En realidad fue por una sueca de mi clase de alemán, que suma al siempre efectivo valor para un español de ser rubia y sueca un extraño, atrayente y frío misterio. ¿Qué dónde lo veo? Pues lo veo en el contraste entre su mirada dura, su risa y sus suspiros; en su severa forma de oponerse o apoyar alguna idea; en que sea vegetariana; en la combinación entre ser la más joven y, sin embargo, la mejor de la clase. Debe tener algo de musa porque sin ella no estaría contando esta historia.

Si esta vez pensé más de la cuenta en ella es porque, en esa extraña atmósfera que se crea entre un grupo con el que compartes una experiencia como es una clase, hay maestros con todas sus letras (también con la A) que saben manejar esas atmósferas con la maestría que sólo pueden dar el amor y la experiencia. Frau Sybille sutilmente solía pedirme que leyera después de Mathilde, o ponerle ejemplos de frases con mi nombre a ella. Todo con el justo distanciamiento para que no saltasen las alarmas. Mathilde es la favorita de Mark, desgraciadamente demasiado joven para él, que me preguntaba ese día cuál era para mí la chica más guapa de la clase. Germinaba así la sutil semilla de nuestra celestina de Dresden.

La respuesta es cuenta mía, como le repite Antonius Blovk a La Muerte frente al tablero de ajedrez. Sin embargo, pasábamos con las bicis por al lado de Kajsa al preguntarme aquello y alegremente le ringrineaba para desearle un “schönes Wochenende”.

Tampoco se habría impuesto esta película en blanco y negro, y de 1957, a esas honorables rivales si no hubiese sido por…
lamentablemente ésta no es la historia que a un hijo orgulloso, como yo me siento, más le guste destacar acerca de su padre… pero aquí juega un rol importante y quién soy yo para decirle que no al arte.
Mi padre siempre despreció a Bergman, así se ha asegurado de hacérnoslo saber siempre a sus allegados. Insertado como ejemplo en alguno de sus discursos acerca de cómo no se dejaba llevar por la corriente cuando él era joven y todo el mundo decía que Bergman “era lo que molaba”, ha sido siempre uno de sus ejemplos estrella para demostrar su pensamiento independiente. Pero cuando dice “todo el mundo” en realidad se refiere a “los rojos” que, al por entonces joven gallego en la Academia General Militar de Zaragoza, no debían de caerle muy bien. Le entiendo, hasta el punto que me da el que ahora un gran amigo, otro gallego y el Jimi Hendrix del piano soplao, también ande en estos momentos viviendo en atmósferas similares. Mi padre es un hombre razonablemente abierto. A veces quizás demasiado, en lo de razonable. E igualmente es un hombre con ideas propias, ha visto El Acorazado Potemkin rodeado de “rojos” en uno de aquellos cineclubs, pero a él sobre todo lo que le gustan son las películas romper cosas y las de Pixar. Y lo sabe.

Todo aquel morbo se encargó de colocar El Séptimo Sello en el reproductor y acomodarme en sus lentos 96 minutos. Ésta no es una película de romper cosas, es una película de pensar y de encontrar joyas que germinen en tu pensamiento como las sutiles semillas celestinas de Frau Sybille. Quizás también para comprender esos ojos azules ocultos tras la coraza de hielo.

TÍTULO ORIGINAL      Det sjunde inseglet (The Seventh Seal)

AÑO    1957

DURACIÓN      96 min.

PAÍS     Suecia

DIRECTOR       Ingmar Bergman

GUIÓN Ingmar Bergman

MÚSICA          Erik Nordgren

FOTOGRAFÍA  Gunnar Fischer (B&W)

REPARTO        Max von Sydow, Gunnar Björnstrand, Nils Poppe, Bibi Andersson, Bengt Ekerot, Gunnel Lindblom, Maud Hansson, Ake Fridell

PRODUCTORA            Svensk Filmindustri

PREMIOS        1957: Cannes: Premio Especial del Jurado (Ex aequo con "Kanal")
1960: Seminci: Espiga de Oro: Mejor película

GÉNERO          Drama | Siglo XIV. Edad Media. Película de culto. Religión

SINOPSIS         Suecia, mediados del siglo XIV. La Peste Negra asola Europa. Tras diez años de inútiles combates en las Cruzadas, el caballero sueco Antonius Blovk y su leal escudero regresan de Tierra Santa. Blovk es un hombre atormentado y lleno de dudas. En el camino se encuentra con la Muerte que lo reclama. Entonces él le propone jugar una partida de ajedrez, con la esperanza de obtener de Ella respuestas a las grandes cuestiones de la vida: la muerte y la existencia de Dios. (FILMAFFINITY)